sábado, 25 de abril de 2015

Reflexiones e interrogantes sobre el impacto
de la incorporación de nuevas tecnologías
Josefina I. Pozzi[1]

Los planteos de distintos autores actuales sobre la incorporación de las nuevas tecnologías en la educación pueden merecer tanto  aprobación como rechazo según las convicciones de cada lector. La continua y creciente multiplicación de las tecnologías advierte, sin embargo, que resulta fundamental tener un conocimiento de la implicancia de la implementación de las mismas, que permita dar cuenta de la lógica que siguen estos procesos para poder canalizarlos.  Comparto la opinión de Castells cuando dice que “... el tema no es si se desarrollará un sistema multimedia (que lo hará), sino cuándo y cómo, y en qué condiciones en los diferentes países, porque el significado cultural del sistema será profundamente modificado por la oportunidad y la forma de la trayectoria tecnológica...”
Este artículo intenta recorrer el camino del  impacto de las tecnologías en la vida social en general y el problema que enfrentan los individuos, y en particular los docentes, ante innovaciones que la misma sociedad estimula y produce.
            Detrás de toda tecnología ha habido siempre una necesidad a la cual ésta responde. El conflicto permanente parece estar marcado por la brecha entre lo que tenemos y que ya no nos satisface, y lo nuevo que necesitamos. Este conflicto es al mismo tiempo el origen del progreso y de la pérdida de viejas estructuras. Todo proceso de cambio involucra tanto lo nuevo como lo viejo. “El Progreso, desde el punto de vista social, convoca una fuerte connotación de deseable y aventura un destino de justicia y bienestar crecientes en el que la tecnología cumple el más destacado papel como motor del crecimiento económico y como garante de una existencia humana más confortable. El optimismo es posible porque hay posibilidad de progreso.” 1
            Indudablemente en las últimas dos décadas los cambios se han desencadenado a una velocidad vertiginosa y trajeron aparejada una inevitable necesidad de adaptación a ellos. Si bien algunos cambios son obligatorios en forma explícita, ya sea a través de ‘decretos’  o ‘leyes’, etcétera, los cambios producidos por las nuevas tecnologías se han caracterizado por ser opcionales en su forma, pero no en el fondo. Y esto es válido no solamente  para las nuevas tecnologías como por ejemplo la televisión, la radio, la computadora, etcétera, sino también para la forma en que todas las tecnologías se han instalado o impuesto desde siempre sobre las sociedades. Así como  poco sirvió el rechazo [2]de Sócrates por la escritura, nunca se contempló la posibilidad de una marcha atrás cuando se inventó la imprenta.  (Es más, “...debemos hacer notar que el pensamiento de Sócrates pudo llegar a las generaciones futuras a través de los escritos de Platón...”)
Y así como ocurrió con la imprenta en su momento, las tecnologías en general producen un efecto sobre las rutinas y conductas de las personas que deben adaptarse a las nuevas circunstancias para lograr los beneficios que la nueva tecnología puede aportarles. Pero, “Hoy por hoy, la gente desea a menudo hacer cambios drásticos en sus modos de vida acordes con la innovación tecnológica y al mismo tiempo, se resiste a cambios similares justificados sobre bases políticas.”2, y, efectivamente, los cambios producidos en materia de comunicaciones han sido muchos y muy importantes. “...el consumo de comunicación es la 2ª categoría de actividades después del trabajo, la radio y la televisión son el entorno audiovisual con el que interactuamos de forma incesante y automática...”3.  Tanto es así, que “la televisión formula el lenguaje de la comunicación social” 4.
Pero al mismo tiempo los individuos reniegan de la manipulación ideológica a la que estos medios de comunicación masiva contribuyen. Reniegan del hecho de que los medios moldeen el medio y la audiencia, siendo ambas, consecuencias lógicas del avance de los medios y del poder de los que diseñan estas tecnologías.  Estos cambios en las audiencias no fueron opcionales vinieron con las tecnologías y efectivamente, al decir de U. Eco, “La saturación de los varios mensajes puede colaborar realmente a imponer un modelo de hombre-masa.” Creo que la elección de la palabra imponer es ajustada y precisa, y  está ocurriendo en forma visible y palpable “... El cambio de los átomos por los bits es irrevocable e imparable...”5 ya que aparentemente tenemos marcado un destino de evolución
La tensión entre los tecnófilos y los tecnófobos produce  la sensación de que no podemos evitar o moldear la forma en que los cambios se van sucediendo, cuando en realidad deberíamos adelantarnos y prever cómo nos gustaría que  fuesen, recortando los efectos de las tecnologías o su implementación para que redundaran en una mejor calidad de vida, aunque  según Postman “Una vez que se admite una tecnología, ésta llega hasta el final; hace aquello para lo que está proyectada.”6 pero,  ¿Quién proyecta las tecnologías? ¿Cuáles son las relaciones de poder que subyacen a todos estos cambios? ¿Cuál es el proyecto concreto?
El ritmo de los cambios también es un aspecto preocupante. “Porque el cambio se produce en forma exponencial”7 y tanto el cambio en sí como la velocidad con la que se produce requieren de una adaptación vertiginosa. La optimista visión del futuro de Negroponte se enfrenta con las no menos ciertas afirmaciones de Postman, “Las nuevas tecnologías redefinen términos viejos” y de Bolz, “La creciente complejidad de nuestra civilización nos obliga a mecanizar totalmente los recuerdos, la memoria y los archivos.” Y entre estas dos tendencias están todos aquéllos que quisieran disfrutar de las ventajas pero que en la era de la comunicación se sienten totalmente incomunicados. Hoy por hoy nos comunicamos más con el lavaplatos, el microondas, el walkman y el control remoto, por mencionar algunos, que con nuestros semejantes. Y no solamente porque debemos trabajar cada vez más para conservar el microondas, el lavaplatos, el walkman y los demás aparatos que la tecnología nos ofrece sino porque nuestras mentalidades no consiguen mantener el ritmo de estos cambios, que nos piden como precio que nos adaptemos a su lógica y lenguaje. “...aquellos que tienen el control sobre el manejo de una determinada tecnología acumulan poder e inevitablemente dan forma a una especie de conspiración contra quienes no tienen acceso al conocimiento especializado que la tecnología posibilita...”8. El conocimiento ha sido y es un instrumento de poder, y aquellos que lo detentan reciben el reconocimiento, aprobación y admiración de los que no lo tienen. Éstos a su vez son marginados o menoscabados por los que cultivan la competencia y por sí mismos, por no poder ser parte activa de los tiempos. Deberíamos ser algo así como dispositivos constantemente alertas para poder seguir el ritmo vertiginoso del cambio; lo absolutamente frustrante es que si nuestro ritmo no lo alcanza o si confiamos en hacerlo dentro de un rato ya es tarde, dentro de un rato los objetivos que teníamos serán obsoletos.

CONCLUSIÓN
Los procesos de comunicación masivos son mayormente asimétricos (emisor activo y receptor ‘pasivo’) y generan efectos intencionales; resulta plausible que quienes  diseñan acciones, tecnologías y mensajes esperen que éstos produzcan determinados desencadenantes. Pero  “las comunicaciones no median directamente el comportamiento explícito, sino que más bien tienden a influenciar la forma con la que el destinatario organiza su propia imagen del ambiente” (en Wolf, 2987-158) Esta imagen del mundo cambiará según la diseñen los que en un sentido fundamental controlan los medios de comunicación. Hasta ahora los medios como industria de la comunicación se han abocado a producir audiencias que apoyen políticas determinadas pero, seamos optimistas, si se produjera la necesidad, es posible que éstos cambien la forma en que encaran su función cultural y contribuyan  a la construcción de un conocimiento social. 
Probablemente éstos son tiempos difíciles por ser tiempos de transición, pero entre los poderes que proyectan los bits y los usuarios de los bits se ha producido un severo desfasaje, los sistemas de comunicación han llegado al efecto contrario que supuestamente perseguían: las personas están incomunicadas y la brecha más notable es la generacional, por pertenecer a diferentes generaciones ya no comparten ni los mismos códigos, ni las estructuras de pensamiento, ni los mismos tiempos. Como si esto fuera poco, el tiempo real no puede seguir el ritmo ni la calidad del tiempo virtual que parece estar reservado para una elite.
En lo que respecta a la Educación, es preciso que los docentes pasen de una ‘enseñanza’ a un ‘aprendizaje’ basado en las actividades intelectuales del alumno y para lo cuál el abordaje de lecturas hipertextuales, entre otras cosas, puede contribuir.  Dado que lo nuevos y más desarrollados medios de comunicación tienen un poder igual o superior de influir sobre la infancia y la juventud, el docente, que debe salir a legitimar su autoridad día a día, debería renunciar a una actitud intransigente y adaptarse a las diversas realidades, haciendo lugar a formas móviles de equilibrio con el mundo extraescolar. Los sistemas educativos deben establecer prioridades educativas a la luz de los cambios tecnológicos y de su impacto en  la sociedad y deben acentuar la mirada sobre la formación docente.  La Escuela no puede ni debe mantenerse al margen y ante lo que se prevé para el futuro: diversidad lingüística, económica, social, cultural y étnica, resurgimiento de la pobreza, desempleo y violencia en las escuelas, su rol fundamental  debería ser el de formar a las audiencias para que ejerzan el poder que les compete: el de elegir.

BIBLIOGRAFÍA

Albornoz, M. La ciudad y sus TIC´s. Bernal. Universidad de Quilmes. 1999.
Castells, Manuel. La era de la información: economía, sociedad y cultura, Vol. I: La sociedad red. Madrid. Alianza Editorial. 1997.
Eco, Umberto. Apocalípticos e Integrados. Barcelona. Lumen, 1995.
Galaxia Gutemberg. Círculo de Lectores. 1994.
Narodowsky, Mariano, Carpeta de Trabajo de Pedagogía. Universidad  de Quilmes. 1999.
Negroponte, Nicholas. Ser digital. (introducción y tercera parte). Buenos Aires. Atlántida. 1995.
Postman, Neil. Tecnópolis: La rendición de la cultura a la tecnología. Barcelona.
Sancho, Juana M. Para una tecnología Educativa. Editorial Horsori. 1998
Schmucler, Horacio. Memoria de la comunicación. Buenos Aires. Biblos 1997.
Winner, Langdom. ¿Tienen política los artefactos? En CTS. 1994.

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