sábado, 25 de abril de 2015

En Tecnópolis. La rendición de la cultura a la tecnología Postman recupera algunos planteamientos de la Escuela de Frankfurt para denunciar que la seducción tecnológica se ha impuesto a la innovación y a la creatividad cultural. Del mismo modo que la función de la televisión no es otra que la de atrapar audiencias para vendérselas a los anunciantes, también los ultramodernos avances tecnológicos no tienen más razón de ser que la de transferir un mayor poder a las grandes corporaciones e incrementar sus cuentas de beneficios: “La ausencia de controles sociales sobre la tecnología la despoja de una base ética reconocible, de una dimensión social y cultural propia de una sociedad soberana”. Esta dominación de las grandes corporaciones mediante la tecnología es en última instancia el principal motivo de esa desaparición de la infancia a la que se refiere Postman, de lo que el autor enumera varios ejemplos en El fin de la educación. Una nueva definición del valor de la escuela. Uno de esos ejemplos es el referido a la masiva introducción de ordenadores en los centros de enseñanza, hecho que es interpretado unánime y acríticamente como un avance, sin reparar en el grado de ensimismamiento que comporta el ordenador como instrumento de aprendizaje. El escolar, en efecto, sólo se separa del ordenador de la escuela para, sin transición, volver a aislarse del mundo con el que tiene en casa, quizá tras enviar en el camino algún sms. De este modo se priva a la escuela de una de sus funciones elementales: la socialización. En ese triste camino de un mal entendido progreso se han perdido los juegos infantiles, la manera de relacionarse y de concebirse a sí mismo, y de hecho toda la cultura infantil.
La obra de Neil Postman, que a algunos se les antojó en exceso disonante hace unas décadas, ha superado con creces, inquietantemente para nosotros, la prueba del tiempo, lo que explica que hoy sea una referencia obligada para los críticos de los medios de comunicación y del abuso de la tecnología, y en especial para los educadores, de lo que es buena prueba la aceptación que tienen sus libros en medio mundo. Y es que muchos de los rasgos que él detectó en la sociedad norteamericana están hoy, sólo unos años más tarde, presentes a este lado del océano (razón de más para que resulte inexplicable que la mayor parte de su obra sea casi inencontrable en castellano). La fácil lectura de estas obras no les resta pasión ni rigor, y la abundancia y originalidad de sus ideas, trufadas de ejemplos a menudo tomados de la propia experiencia del autor, ilustran infinidad de situaciones reconocibles de nuestra cotidianidad, lo que las convierte en indispensables para entender mejor los fenómenos de nuestro tiempo.

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