sábado, 11 de abril de 2015

En esta ocasión veremos la importancia que tiene Umberto Eco como uno de los principales representantes de semiología y uno de los más importantes escritores de Italia. Se doctoró en Filosofía en la Universidad de Turín, en la cual su tesis presentó el problema estético en santo Tomás de Aquino. Su interés por la filosofía tomista y la cultura medieval se ve muy presente en la obra que ha de titular; El nombre de la rosa, escrita en 1980.
Su pensamiento está marcado fuertemente en sus escritos, allí se puede encontrar y definir dos presupuestos clave, que en la amplia variedad de temas señala:
“en primer lugar, el convencimiento de que todo concepto filosófico, toda expresión artística y toda manifestación cultural, de cualquier tipo que sean, deben situarse en su ámbito histórico; y en segundo lugar, la necesidad de un método de análisis único, basado en la teoría semiótica, que permita interpretar cualquier fenómeno cultural como un acto de comunicación regido por códigos y, por lo tanto, al margen de cualquier interpretación idealista o metafísica”1.
Teniendo en cuenta este planteamiento, podemos señalar que Umberto Eco confronta y reflexiona sobre varios temas de un contexto que poco a poco va modificandose, por ejemplo, él toma desde la producción artística de vanguardia, como se ve reflejado en el escrito Obra abierta (1962), hasta la cultura de masas, como en la obra titulada Apocalípticos e integrados (1964) o bien en la obra El superhombre de masas (1976). Durante los años del auge del estructuralismo, Eco escribió, enfrentándose a una concepción ontológica de la estructura de los fenómenos naturales y culturales; por ejemplo: La estructura ausente (1968), que alcanza su óptima continuación en Lector in fabula (1979). “En esta última obra, efectivamente, se afirma que la comprensión y el análisis de un texto dependen de la cooperación interpretativa entre el autor y el lector, y no de la preparación y de la determinación de unas estructuras subyacentes, fijadas de una vez por todas”.2
En este recorrido que Eco realiza con sus variables y amplios temas, nos sitúa, hacia la segunda mitad del siglo XX, donde las “posiciones encontradas comienzan a debatir respecto a la aparición de multitudes en la vida social, lo cual a partir de las tecnologías de la comunicación, se transformó en un fenómeno evidente y perdurable”.3 La industria cultural, irrumpe en el escenario con novedosas propuestas y es así que surge el concepto de cultura de masas, término ambiguo que pretende incluir los medios de comunicación audivisuales; como lo son la radio, la televisión y el cine. Así como también la gráfica como lo son los diarios y revistas, y por último la industria editorial.
En este contexto, los medios ponen los bienes culturales al alcance de todos, adecuando el contenido muchas veces, al "nivel" del receptor, esto es, haciendo que la asimilación sea más simple e incluso superficial. Este proceso de "adaptación" de los contenidos, se traduce en una extensión del campo cultural. Surge entonces, la necesidad de contextualizar la cultura de masas: es imposible conocerla si se pasa por alto que los medios de comunicación se desarrollan en el momento exacto en que las grandes masas comienzan a ser protagonistas de la vida pública, imponiendo así un lenguaje propio y exigencias particulares. Sin embargo, Eco apuntará que el modo de divertirse, de pensar, de imaginar de las clases populares es inducido por los medios y responde a los modos de pensar de la clase dominante. Y en este sentido, los medios proponen situaciones que no tienen ningna conexión con la realidad de los consumidores. En síntesis, la cultura de masas ofrece expresiones culturales de la burguesía a los sectores populares.
Según la perspectiva de Eco, para la aristocracia, la idea de compartir la cultura de modo tal que pueda llegar y ser apreciada por todos es un contrasentido, por lo tanto, no se trataría de una cultura sino de una "anticultura". Por el contrario, aquellos que aceptan el fenómeno, sostienen que gracias a él es posible acercar a las grandes masas, manifiestaciones artísticas a las que antes estaban marginados. Los aristócratas serán pues, los pesimistas, o los apocalípticos mientras que los optimistas, serán llamados integrados. Veamoslo pues, en sus propias palabras.
Ya especificamente en el libro de Apocalípticos e integrados, podemos definir cada uno de estos términos y con ello descubrir que Eco plantea el problema central de la doble postura ante la cultura de masas: así tenemos la oportunidad de distuinguir que los llamados “apocalípticos” encuentran en la cultura de masas la hipérbole de lo que consideran la “anticultura”, para ellos signo de una decadencia total. Los apocalípticos se resisten a reconocer cualquier nuevo elemento como valioso, ya que esto implicaría un cambio que a la larga puede llegar a la aniquilación total de los patrones culturales ya establecidos. Además de condenar todo aquello que tenga que ver con nueva tecnología y su empleo en el arte, y rechazan la distribución de información en abundantes cantidades. Y por su parte, en un claro contraste, vemos que los “integrados” son aquellos que creen de manera optimista que experimentamos una magnífica generalización del marco cultural, y defienden este fenómeno ciegamente. Están convencidos de las bondades de las nuevas tecnologías, y las difunden como parte fundamental de un futuro más libre y prometedor.
Umberto Eco señala que existen equivocaciones en ambas posturas y propone un enfoque diferente a este conflicto ideológico. Por una parte, los “integrados” tienen un descuido grave cuando sostienen que la producción cultural es buena en sí y por lo tanto no debe ser criticada; por la otra, los “apocalípticos” fallan al considerar la cultura de masas como irrelevante sólo porque es industrial, sin ver las aportaciones valiosas que muchas veces puede generar. No es cuestión de calificar si es saludable o nociva la existencia de la cultura de masas: esto nos volvería forzosamente apocalípticos o integrados. Hay que aceptar que existe, y sería definitivamente más edificante enfocar todos estos esfuerzos en torno a la cultura para lograr acciones que den como fruto verdaderos valores culturales.
¿Por qué superman es un icono? ¿Por qué posee un valor en la cultura? ¿Qué hace que la gente se identifique tanto con este personaje? ¿Qué aportaciones valiosas tiene la música electrónica y las nuevas imégenes? Mediante el análisis de tres ejes fundamentales, como los diferentes “niveles de cultura”, los personajes, y finalmente los sonidos y las imágenes, “Eco da respuesta a estas preguntas y logra hacernos reflexionar sobre fenómenos como el Kitsch4, el lenguaje del comic, el uso práctico de los personajes, la producción mecánica de música culta y los medios audiovisuales como hecho estético, entre muchos otros temas”.5
Bibliografía:
  • Umberto Eco, Apocalipticos e Itegrados, Editorial Lumen, 1° Edición en México D. F., 1995, p. 366.
  • Graciela Paula Cladeiro, Umberto Eco, en: http://comunicacion.idoneos.com/index.php/336369, consultada el 31 de Enero del 2011.
  • Thelma Alcantará, Umberto Eco, en: http://sepiensa.org.mx/contenidos/d_eco/eco.html, consultada el 31 de Enero del 2011.
  • Umberto Eco, http://www.biografiasyvidas.com/biografia/e/eco.htm, consultada el 31 de Enero del 2011.
1Umberto Eco, http://www.biografiasyvidas.com/biografia/e/eco.htm, consultada el 31 de Enero del 2011.
2Umberto Eco, http://www.biografiasyvidas.com/biografia/e/eco.htm, consultada el 31 de Enero del 2011.
3Graciela Paula Cladeiro, Umberto Eco, en: http://comunicacion.idoneos.com/index.php/336369, consultada el 31 de Enero del 2011.
4La palabra kitsch se origina del término alemán yidis etwas verkitschen. Define al arte que es considerado como una copia inferior de un estilo existente. También se utiliza el término kitsch en un sentido más libre para referirse a cualquier arte que es pretencioso, pasado de moda o de muy mal gusto.
5Thelma Alcantará, Umberto Eco, en: http://sepiensa.org.mx/contenidos/d_eco/eco.html, consultada el 31 de Enero del 2011.

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